En febrero de este año y tras la comparecencia de nuestro presidente en la conferencia de Davos, la prensa económica internacional y académicos de reconocido prestigio mundial no dieron credibilidad sobre las palabras de Zapatero y las medidas anunciadas para salir de la crisis. No convenció a nadie, ni a Nouriel Roubini, ni a Paul Krugman, ni al FMI, la OCDE, ni al Banco de EspañaLos artículos publicados provocaron una pérdida de confianza de los mercados en nuestra economía y por ello se produjeron importantes descensos en la Bolsa española y el mercado de deuda pública.
Adam Smith economista y filosofo escocés del siglo XVIII, padre de la economía política, para muchos considerado el fundador de la economía y liberalismo económico, no concebía el funcionamiento del sistema de economía de mercado sin la confianza entre las personas. Las nuevas tecnologías, la globalización y la proliferación de mercados organizados ha ido retirando el concepto de “confianza”. Ya no se recuerdan aquellos tratos que nuestros abuelos hacían con un apretón de manos, por un interés mutuo, con la confianza de que la palabra era más importante que un contrato firmado.
Pero aunque han pasado los años, el valor de la confianza debe ser tenido en cuenta, es necesario que los ciudadanos tengan confianza con los políticos, que los empresarios la tengan con sus trabajadores, proveedores y clientes, que confiemos en la justicia, en el sistema bancario etc.
La confianza es un valor que como todo tiene un coste, ¿Estamos dispuestos a asumirlo? ¿Valoramos suficientemente este aspecto en nuestras relaciones comerciales? o ¿ Escuchamos cantos de sirena de que hay duros a cuatro pesetas, asumimos riesgos incontrolados, desollemos buenos consejos sobre sentido común, depositando nuestra “confianza” en el amparo de un sistema burocratizado y judicializado en caso de incumplimiento?
¿No sería mejor recuperar la confianza a la antigua usanza?
De momento la prensa internacional ha vuelto recientemente a mostrase muy dura con la política económica de nuestro país. El Financial Times ha escrito que al jefe del ejecutivo le falta voluntad política y de intentar ajustar la realidad a sus deseos en vez de hacer lo contrario
Adam Smith economista y filosofo escocés del siglo XVIII, padre de la economía política, para muchos considerado el fundador de la economía y liberalismo económico, no concebía el funcionamiento del sistema de economía de mercado sin la confianza entre las personas. Las nuevas tecnologías, la globalización y la proliferación de mercados organizados ha ido retirando el concepto de “confianza”. Ya no se recuerdan aquellos tratos que nuestros abuelos hacían con un apretón de manos, por un interés mutuo, con la confianza de que la palabra era más importante que un contrato firmado.
Pero aunque han pasado los años, el valor de la confianza debe ser tenido en cuenta, es necesario que los ciudadanos tengan confianza con los políticos, que los empresarios la tengan con sus trabajadores, proveedores y clientes, que confiemos en la justicia, en el sistema bancario etc.
La confianza es un valor que como todo tiene un coste, ¿Estamos dispuestos a asumirlo? ¿Valoramos suficientemente este aspecto en nuestras relaciones comerciales? o ¿ Escuchamos cantos de sirena de que hay duros a cuatro pesetas, asumimos riesgos incontrolados, desollemos buenos consejos sobre sentido común, depositando nuestra “confianza” en el amparo de un sistema burocratizado y judicializado en caso de incumplimiento?
¿No sería mejor recuperar la confianza a la antigua usanza?
De momento la prensa internacional ha vuelto recientemente a mostrase muy dura con la política económica de nuestro país. El Financial Times ha escrito que al jefe del ejecutivo le falta voluntad política y de intentar ajustar la realidad a sus deseos en vez de hacer lo contrario
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